Construyendo Resiliencia: Estrategias para Afrontar la Adversidad

Construyendo Resiliencia: Estrategias para Afrontar la Adversidad

La resiliencia no es un objeto o algo que pueda ser medido fácilmente, por su complejidad, no existe una definición exacta. Algunos autores señalan que la resiliencia es “la capacidad de desarrollarse bien, de crecer a través de grandes problemas o en circunstancias muy difíciles” (Vanistendael; 1996; pág. 2). Otros autores, plantean que la resiliencia es el poder iniciar un nuevo ciclo o comienzo posterior a un trauma, en donde la importancia se centra en la seguridad que brinda el entorno, para así poder desarrollar características resilientes (Cyrulnik; 2018). Partir desde un enfoque u otro, si bien son muy similares, no implica negar la existencia de problemas ni vivir en un mundo de ilusiones, sino que se trata de acercarse al problema desde una postura que manifieste las capacidades positivas. 

La resiliencia nunca es absoluta y se presenta bajo la forma de un proceso de vida que se construye con otras personas del entorno, permanece siempre variable. Se apoya en una serie de elementos positivos como la amistad, el proyecto de vida y una espiritualidad que permiten la construcción o reconstrucción de la vida. Es un proceso orientado por una ética profunda, que necesita la articulación de responsabilidades entre diferentes personas, grupos, niveles en la sociedad e implica la responsabilidad del individuo para con su propio futuro. Es un verdadero proceso de crecimiento, una evolución positiva a través de grandes obstáculos, un crecimiento hacia una nueva etapa en la vida y no únicamente el concepto físico de la resiliencia. Muchos se preguntan si la resiliencia es algo que se puede construir o es una capacidad innata con la que venimos. Si bien existe el componente genético, el ser humano también tiene la necesidad de interactuar con su entorno para construirse o reconstruirse. (Vanistendael, 2005)  La resiliencia se lleva a cabo dentro de un contexto específico, por ejemplo, los menores que viven en las calles; estos niños cuentan con más facilidad para solucionar ciertos problemas en ciertas situaciones, pero con mucha dificultad para resolver ciertos problemas en otras situaciones. Como explica Cyrulnik ¨Es la estructura afectiva y verbal que se desarrolla alrededor del niño lo que puede hacer que éste desencadene un proceso de resiliencia¨ (Lara & Cyrulnik, 2009, pág. 43).

Luego de la Segunda Guerra Mundial, tanto en Francia como en Italia hubo muchos niños huérfanos que fueron recibidos en instituciones tanto católicas, como judías y laicas. En aquellas que eran católicas y judías, los niños lograron comenzar procesos de resiliencia llegando a convertirse en muy buenos alumnos. Por otro lado, muy pocos de los niños acogidos en instituciones laicas fueron a la escuela y en general no tuvieron un gran desempeño académico. Cyrulnik relata que en las instituciones católicas se les decía: “Eres huérfano, de nada sirve que estudies. Pero es importante que aprendas un oficio y formes una familia” (Lara & Cyrulnik, 2009, pág. 44) . Entonces los niños, en su desarrollo, aprendieron un oficio y formaron una familia. Además, el desarrollo psicológico y afectivo que tuvieron fue excelente. En las instituciones judías se les decía “Han matado a tus padres y tu cultura fue destruida. Los consideran infrahumanos, tienes que demostrar que no es cierto” (pág. 44). Estos niños, en general, fueron excelentes alumnos. Muchos incluso recibieron premios Nobel, encontrando a grandes escritores, psicólogos y psiquiatras, pero siguen siendo sujetos traumatizados que aún sufren por el exterminio. En las instituciones católicas no hubo mucho éxito social ni intelectual, pero se destaca un gran éxito afectivo y relacional; mientras que en las instituciones judías hubo mucho éxito intelectual y social, pero no solucionaron aquellos problemas desencadenados por hechos traumáticos. A pesar de que en ambas instituciones (judías y católicas) se consideraba que la existencia del niño tenía un sentido, podemos decir que las instituciones católicas obtuvieron un mayor nivel de resiliencia. En cambio, en las instituciones laicas fueron tratados como si no fueran personas, por lo que, no les permitían contar sus historias. Incluso, se constataron muchos suicidios, accidentes, poca escolarización y pocos resultados positivos. Es importante tener en cuenta que cuando dejamos a los niños solos o en situaciones de vulnerabilidad no habrá resiliencia, porque en la condición humana, el ser humano no puede convertirse en sí mismo sin alguien a su lado. Un claro ejemplo de esto, es si se privara a un bebé de un entorno afectivo y sensorial, el bebé moriría. Si no muere físicamente, su cerebro puede sufrir grandes cambios y pérdidas neuronales ((Lara & Cyrulnik, 2009).

Los niños que son capaces de soñar, de pensar, de tener sentido del humor, de hablar con alguien, desencadenan más fácilmente que los otros en un proceso de resiliencia, un nuevo modo de desarrollo. Mientras que los niños que no hablan, porque no son capaces o porque los adultos los hacen callar, no pueden desarrollar un mundo íntimo ni desencadenar su resiliencia (Lara & Cyrulnik, 2009, pág. 45).

Servirse de los fracasos y transformarlos en algo positivo es la manifestación de la resiliencia en su máximo esplendor. Los elementos necesarios para construirla son: las necesidades físicas básicas, la aceptación del otro, el “creo en ti”, la autoestima, las competencias, la capacidad de descubrir el sentido y significado de lo que nos ocurre en la vida, y el humor (Vanistendael, 1996). En lo que refiere al “creo” en ti, refiere a la importancia de que las personas sientan que son aceptadas, que alguien cree en ellas y les transmite a su vez este mensaje. Las competencias o aptitudes pueden ser variadas, como profesionales o sociales (ej. negociar conflictos o saber pedir ayuda en momentos difíciles). También son necesarias otras experiencias que implican estar abierto para integrar otros elementos en la construcción de la resiliencia.

Vanistendael, Humbeeck, Lecomte, Manil & Rouyer (2013) y Vanistendael (1996) indican que una de las principales características de las personas resilientes es el sentido del humor. El humor constructivo puede jugar un papel importante, se presenta como “otra de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia” (Frankl, 1996, p. 30). Según Bergson (1959) debemos distinguir entre ironía que es referida a otra persona y se presenta como fría e intelectual, y el sentido de humor que es cálido y se burla de sí mismo. “Hay una diferencia aún más relevante para nuestro tema del humor como resiliencia. Mientras que la ironía apunta al bien que debería ser, el humor desciende al mal que es” (Etchebehere, 2015, pág. 48). Quien sabe reírse de sí mismo logra hacer bromas sobre la adversidad. Está comprobado que este tipo de personas posee una gran facilidad para superar problemas cotidianos, sean graves o no, a diferencia de una persona que carece de ese sentido del humor. No se trata de que una persona resiliente no sufra, la resiliencia no consiste en una ceguera que nos mantiene alejados de la realidad ni es un filtro que nos hace ver la vida color de rosas, si no al contrario, se puede sufrir, sentir angustia, dolor, pero gracias a la resiliencia se sobrelleva primero y se supera después (Vanistendael et al. 2013).

Se cantaba, se recitaban poemas, se contaban chistes que contenían alguna referencia satírica sobre el campo. Todo ello no tenía otra finalidad que la de ayudarnos a olvidar y lo conseguía. Las reuniones eran tan eficaces que algunos prisioneros asistían a las funciones a pesar de su agotador cansancio y aun cuando, por ello, perdieran su rancho de aquel día. El buen humor es siempre algo envidiable. (Frankl, 1996, pág. 29) 

Enfrentarse con humor a la adversidad no quiere decir otra cosa que aceptar su parte positiva o encontrar su lado absurdo, o descubrir lo que tiene de extraordinario y utilizarlo para hacernos sentir mejor para reír. No se trata de negar el problema, sino de afrontarlo con una actitud diferente, con actitud positiva. Tanto es así, que cuando dejamos al descubierto ese lado positivo de la tragedia ya no nos parece tan terrible; pierde gravedad y ya no nos pesa tanto y de a poco recuperamos el control de nuestra vida (Vanistendael et al. 2013). Para Frankl (1996), estar en el campo de concentración no fue un impedimento para desarrollar el sentido del humor o para ver las situaciones desde una perspectiva humorística. El humor, incluso le proporcionaba un distanciamiento necesario para sobreponerse a situaciones penosas. Es mucho más que un mecanismo de defensa (Vanistendael et al. 2013), el humor hace posible la resiliencia, poniendo una  distancia entre la realidad (cuando estamos agobiados por ella) entre los demás y también entre nosotros mismos. Por lo tanto, como menciona Etchebehere (2015), el proceso de toda cura empieza por reírse de uno mismo. Esta es la base de los cimientos en la vida de las personas, de la cual a partir de allí se comienza a formar la reconstrucción de la misma cuando ocurren situaciones negativas, que generan un quiebre, un antes y un después; pareciera una idea reduccionista pensar que el humor sólo es eficaz para enfrentarnos a problemas menores. Historias como las de Viktor Frankl verifican la eficacia del humor en condiciones muy adversas, si bien no es así para todo el mundo, desde luego pero otros sí. Un ejemplo de humor negro durante la Guerra Civil es la historia de un hombre que estaba a punto de ser ejecutado por soldados de otro bando, y justo antes de ser fusilado el recluso plantea un dilema irresoluble: “Me han sacado todo, mi casa, esposa, hijos y libertad. Ahora también quieren quitarme la vida. Pero hay una cosa que no me podrán sacar, y es el miedo a morir”. Fue la ultima expresion de dignidad humana vestida en forma de humor negro al enfrentarse a una muerte inminente. El humor no es un mecanismo infalible, sino una estrategia de supervivencia o una estrategia para preservar cierta dignidad que se despliega y es útil dependiendo de las circunstancias. Los enfermos muy graves, en ocasiones utilizan el humor negro a raíz de la situación de salud que padecen (Vanistendael et al. 2013). El humor parte de una dimensión inconsciente del espíritu, con un carácter irreflexivo en donde el humorista no tiene que reparar en los demás ni en sí mismo para ser cómico. Si el humorista es consciente de lo que está haciendo deja de ser gracioso, porque de ser una actitud estudiada y en el fondo fingida, a pesar de su optimismo, el humor posee un aspecto trágico. Si bien trasciende el espíritu, el humor pone en evidencia la vulnerabilidad de lo real y de lo humano.

La comedia supone que uno es consciente del mal que acecha y al mismo tiempo del deber al cual debe tender. El humor y la comedia manifiestan nuestra vulnerabilidad y por lo tanto vuelven más real, más humana la capacidad de oposición del espíritu (Etchebehere, 2015, pág. 51).

 Por lo tanto, el humor y la comedia juegan un papel relevante en la vida de las personas y en la cultura de los pueblos. En ellos los sujetos pueden trascender la finitud, donde el espíritu se revela superior a las vicisitudes de la vida y tanto en el humor como en la comedia, se integran lo absoluto y lo concreto, lo espiritual y lo sensible, mientras que también en ellos se hace latente la vulnerabilidad de lo real y de lo humano. 

El humor es una expresión de resiliencia. Proporciona ese distanciamiento necesario para sobreponerse a una situación adversa, al tiempo que lleva a la unión con el bien -que se manifiesta en la alegría- y exige una corrección inmediata de la imperfección individual o colectiva. A su vez y a través de la ironía muestra el deber aún no alcanzado llevándonos así a trascender la finitud de la vida¨ (Etchebehere, 2015, pág. 52).

Entonces ¿cuál es la diferencia entre las personas que son capaces de superar los problemas de la vida y las que no? Frankl (1996) en su entrevista respecto al “Sentido de la vida” del cuál también tiene un libro, menciona que el factor determinante en el ser humano es la decisión, tenemos la libertad de elegir como vemos y cómo nos posicionamos ante las diferentes situaciones. La perspectiva de “ser” a pesar de las peores condiciones. Esto es exactamente lo que se podía observar bajo condiciones severamente extremas de estrés o trágicas como lo fue el holocausto y que a pesar de esto, las personas se mantenían con propósito. En la medida en que un individuo no pueda ver, no puede encontrar ningún fin o significado en su sufrimiento, será proclive a la desesperanza y en ciertas condiciones incluso, al suicidio. Pero en el momento en que puedan visualizar un sentido en su sufrimiento, pueden moldear sus tragedias en un triunfo personal, en autorealización. La libertad del individuo es una libertad finita, limitada, el ser humano nunca está completamente libre de condiciones, sean éstas de tipo biológico, psicológico, o sociológico, pero siempre tendrá la libertad de elegir la actitud con la que afronta cualquier situación que se le presente. De la manera que reaccionamos ante aquellas condiciones o situaciones que no pueden ser cambiadas o se encuentran fuera de nuestro campo de acción, depende en un cien por cien de nosotros. 

El estrés forma parte de la vida, todas las personas viven momentos de estrés; pero si el estrés es demasiado fuerte, intenso o prolongado puede terminar dañando las células cerebrales y el cerebro en sí. Cuando el individuo vive una tragedia puede estar a la defensiva, necesita defenderse. Cuando este retoma su vida y sufre menos, muchos tienen la necesidad de ayudar a otros, porque saben lo que es el sufrimiento o vivir dicha situación. El altruismo es un mecanismo de legítima defensa para combatir el dolor. 

“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” (Cyrulnik, 2018).

Bibliografía

 

BBVA talks (2018). “Resiliencia: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Boris Cyrulnik”. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=_IugzPwpsyY&t=866s

Bergson, H. (1959). Le rire. (Oeuvres. Édition du Centenaire). Paris, Francia: Editorial Presses Universitaires de France

Etchebehere, P. (2015). El humor como resiliencia en Viktor Frankl. Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial. Recuperado de: http://logoterapia.net/uploads/19_etchebehere_2015_humor_resiliencia.pdf

Frankl, V. (1996). El hombre en busca de sentido. Barcelona, España: Editorial Herder.

Lara, L. & Cyrulnik, B. (2009). Boris Cyrulnik:” vencer el trauma por el arte”. Cuadernos de pedagogía, (393), 42-47.

Vanistendael, S. (1996). Cómo crecer superando los percances. Bice. Recuperado de: https://drive.google.com/file/d/1EtA89c-WqwspeMPu3NmP-ecU8H_6D-zA/view

Vanistendael, S (2005). La Resiliencia: desde una inspiración hacia cambios prácticos.  Madrid, España. 

Vanistendael, S. G., Humbeeck, P., Lecomte, B., Manil, J. P., & Rouyer, M.(2013). Resiliencia y humor, 93.

 

Sobre el autor

Nicolas Yaques author

Deja una respuesta